Álex Marco – Un suceso inesperado

Fechas: 22.01.21 – 25.02.21

Espacio:
Centro Párraga – Murcia

Comisario:
Aurélien Le Genissel

Artista:
Álex Marco

De alguna manera, toda exposición no es más que el rastro, el resto, el resultado de acciones fortuitas, el eco de decisiones insospechadas. Un suceso inesperado, la propuesta de Álex Marco que presenta el Centro Párraga del 22 de enero al 28 de febrero, no es una excepción. Las nuevas obras producidas para la ocasión, en la línea del trabajo habitual de Marco, amplían esa potencialidad de lo imprevisto, esa virtualidad de lo posible a otros espacios significantes como el propio taller del artista o el entramado urbano que todos habitamos. Un funcionamiento, a medio camino entre lo utilitario y lo estéril, que analiza la relación entre los procesos creativos surgidos del medio urbano con la experiencia de convivencia en el lugar de creación.

La suya no es más (ni menos) que una profunda indagación fenomenológica sobre el gesto creador a través de materiales de empleo diario y compartido, como la tela, el cemento, la cera, el hierro, la madera o el esmalte cuya disponibilidad incierta abre la posibilidad de un análisis visual de ese uso social que hacemos de ellos y de la manera que tenemos de habitar la ciudad. Una reflexión también sobre el suceso -eso que acontece mientras exploramos las condiciones de posibilidad de ese acontecer-, frágil equilibrio entre lo impredecible y lo calculado, que encontramos en el corazón de la exposición con una serie de obras cuya materialización resulta ser un productivo vaivén entre el azar y la técnica.

Lo hace por ejemplo (y quizás en primer lugar…) a través de une lectura personal y amplia del skate, una práctica que el artista asocia a una determinada manera de deambular en la ciudad, de leer el entorno, atento a las potencialidades abiertas y las decisiones que implican siempre el material y su interpretación. Una exploración del gesto, la acción y el cuerpo que encontramos asimismo en el circular del artista alrededor de su taller, siempre a la espera del gesto pictórico justo. Una narrativa del entorno y el arbitraje que delimita incluso lo que podríamos denominar una cierta violencia del modus.

La cuestión no es ya únicamente las figuras, posturas o resultados que surgen del patinar sino un tipo de plasticidad, de color, de entendimiento del contexto urbano y social que abre la puerta a un planteamiento escenográfico y determinado del gesto creador.

Lo fortuito y lo accidental, lo improvisado y lo experimentado le sirven al artista, como al skater, de contorno productivo para ir construyendo una obra, como en el caso de Bank o Planter Ledge, una rampa y una tarima cuyas marcas y trazos son el fruto del uso colectivo de esos objetos al hacer skate. Unas obras corales, inciertas y colaborativas, cuyo resultado es fruto tanto del puro gesto utilitario como de la decisión y experiencia de otros. Hay algo de los ready-made de Duchamp pero, más que la provocación formalista, lo que resulta interesante en este caso es la indagación en el uso social y político del espacio, el cortocircuito de esa problemática frontera entre arte y vida. Las obras expanden aquí su territorio, real y conceptual, al construirse fuera de una pura lógica metafísica de control y finalidad1: se encuentran a la intemperie, a la merced de lo otro, al azar de lo que emerge sin quererlo/esperarlo.

El mejor ejemplo quizás sea Pool, escultura/objeto/instalación de múltiple lectura nacida del encuentro, fortuito y necesario, como todo arte que se precie, de trozos de madera de mobila en la calle -al lado del taller del artista- para convertirse en una escultura horizontal que, a su vez, sirve de molde fragmentario, incompleto, oculto de un lienzo en el que la pintura esconde los restos y recuerdos del azar, las decisiones necesarias y los gestos definitorios. El territorio pictórico amplía aquí su potencialidad y su horizonte para tender a esa “liberación de la imagen en el gesto” de la que habla Agamben y confirmar así que “toda imagen está animada por una polaridad antagónica: por una parte es la reificación y la anulación de un gesto; por otra, conserva intacta su dynamis”.

Un estatus, el de la imagen -su producción, su significado, su aparición…- que se encuentra asimismo en el corazón de los cuadros presentados en la exposición como confirma el juego de citas que encontramos en xxx o en la abstracción matérica de la serie Grinds. Una medialidad sin fin2 que hace visible un medio como tal y, como Clément Greenberg decía de la pintura moderna, usa los métodos característicos de una disciplina para “afianzarla más firmemente en su área de competencia”. Y, en este caso, reflexionar sobre sus condiciones de producción y el contexto de recepción.

Como los propios cuadros de Alex Marco, la exposición se presenta entonces como lo que Stéphane Mallarmé llamaba un medio puro, aquello desde donde puede surgir lo posible, ese espacio donde acontece lo inesperado -que quizás no sea más que otro nombre de un suceso-, ese tiempo suspendido entre el deseo y el cumplimiento, la perpetración y su recuerdo, esa falsa apariencia de presente de la que habla el poeta francés y en la que parece que hemos vivido estos últimos tiempos.

1En herencia directa a ese debate sobre la figura del autor en Michel Foucault

2Para recuperar una expresión kantiana que usa Agamben